David Trueba (Madrid, 1969). Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.
Ha colaborado en prensa escrita y sus artículos semanales en El Periódico de Catalunya están recogidos en la antología Tragarse la lengua y Artículos de ocasión editado por Ediciones B. Actualmente publica una columna de crítica televisiva en el periódico El País.
También hace televisión, donde codirigió El Peor Programa de la Semana (1993-1994) y rodó la serie de seis episodios Qué fue de Jorge Sanz (2010) para Canal Plus.
En cine ha trabajado en los guiones de películas como Amo tu cama rica (1991), Los peores años de nuestra vida (1994), Two Much (1994), Perdita Durango (1997), La niña de tus ojos (1998) y en el documental Balseros (2003), nominado al Oscar al mejor documental 2004. Sus películas como director y guionista incluyen La buena vida (1996), Obra Maestra (2000) y Soldados de Salamina (2003), Bienvenido a casa (2006) y La silla de Fernando (2006). Ha hecho además sus pinitos como actor en al menos nueve películas españolas, como por ejemplo en Airbag (1997) dirigida por Juanma Bajo Ulloa.
Como escritor ha publicado tres novelas, todas ellas en la editorial Anagrama: Abierto toda la noche (1995), Cuatro amigos (1999) y Saber Perder (2008), que fue Premio Nacional de la Crítica en 2008 y finalista del Premio Médicis en su versión francesa. Sus novelas están traducidas a una decena de idiomas.
“Frente al riesgo, me fío de mi instinto”
En su primera novela “Abierto toda la noche”
(1995), novela coral que parece tener algo de
autobiográfico, uno de los protagonistas, el
padre, es un agente de seguros. ¿Le trae algún
recuerdo familiar esa profesión? ¿Cómo
la retrataría?
Por supuesto, mi padre fue durante muchos
años, casi desde que yo nací, que fui su octavo
hijo, vendedor a domicilio de Seguros Ocaso.
Se pateaba toda una zona de Madrid, Aravaca
y Pozuelo, y como con los seguros no lograba
sacar para darnos de comer a todos, se convirtió
en una especie de vendedor a domicilio
de todo tipo de cosas, desde máquinas de
escribir hasta relojes y pulseras. Mi padre se
ganó a la gente puerta a puerta, porque era
simpático, agradable, lleno de buenas intenciones.
Sus clientes eran gente muy humilde,
que no podían comprarse un reloj más que a
plazos durante dos años. Recuerdo que mi padre
siempre me dijo que de la gente humilde te
podías fiar, nunca dejaban sin pagar un recibo,
en cambio la gente rica no conoce ni el valor
ni el sacrificio de las cosas, así que trataba de
no tenerlos entre su particular clientela. Por lo
demás, no se parece en nada al padre de esa
novela, para mí fue más el abuelo que no tuve,
tenía 53 años cuando yo nací y nuestra relación
fue la estupenda entre un viejo y un niño, en la
España de los setenta.
Mi padre siempre me dijo que de la gente humilde te podías fiar, en cambio la gente rica no conoce ni el valor ni el sacrificio de las cosas
Tras su estancia en el American Film Institute
de Los Ángeles, ¿cómo ha influido el modo
de vida americano en su forma de pensar y
en su trabajo?
Quizá para valorar y disfrutar más del modelo
europeo, especialmente el mediterráneo.
Los Ángeles es una ciudad cómoda y
maravillosa, donde fui feliz, una gran desconocida,
pero carece de la vida de calle de
cualquier gran ciudad europea, la gente es
solitaria, interesada, triste adentro de su
fachada de éxito y relevancia. No me gusta
el modo de vida americana, está demasiado
basado en el dinero y la posición de
poder, hay demasiada diferencia social. En
España, el dueño de un banco y un empleado
pueden coincidir en algunos lugares,
conciertos, cafeterías, en el fútbol, en una
terraza. Allí no.
Los premios Goya de la Academia de Cine Español generan tres veces más derrotados que ganadores
¿Qué le supuso personalmente su participación
en la Academia del Cine de 2004 a
2007 como Vicepresidente? ¿Cómo valora
su aportación?
Fue una experiencia tremenda. Yo llegué en
un vacío de poder y en una crisis institucional
muy fuerte tras la famosa gala del “No
a la guerra” (de Irak). Nadie se quiso presentar
y yo, que era vocal de los guionistas,
acabé de vicepresidente tras una votación
sin candidatos voluntarios. Pero hubo que
asumirlo, se trataba de salvar una institución
y aunque choqué contra un muro de
gente que no quería que las cosas se movieran,
cambiaran, creo que logramos tirar
hacia adelante y que al final de nuestro
mandato hubiera hasta dos candidaturas
optando a la elección. Me di cuenta del mérito
que tenía la gente que había estado al mando de la Academia, su sacrificio por el
grupo, muchas veces sin que nadie se fijara
en otra cosa que en los errores o las
polémicas. Por suerte la sede se terminó,
se pudo entrar en ella y empezar a ofrecer
más cosas como Academia que tan sólo los
premios Goya, que generan tres veces más
derrotados que ganadores.
¿Cómo ha conseguido entrar en las tertulias
de intelectuales siendo de los más jóvenes?
¿Quiénes son sus contertulios con
los que sigue aprendiendo fuera ya de las
universidades?
Nunca he participado en tertulias. Lo que
sucede es que cuando era joven, acababa
de empezar en la universidad, Rafael Azcona
me invitó a unirme a una comida que
hacía los martes, pero que, ya me advirtió,
no era una tertulia, sino una reunión
de amigos para reír y quizá inventar algún
guión. Luego aquello fue cambiando de comensales,
pero seguir escuchando a Azcona
y riéndome con él era tal placer, que me
seguí apuntando. Creo que la conversación
distendida, la charla intergeneracional, es
la gran pérdida de nuestro tiempo, tenemos
que fomentarla, salir de los grupos de edad
y de intereses, mezclarnos más, aprender a
hablar, a convencer, a discutir con cordialidad.
El café dio una forma de hablar que se
ha perdido y cuando fallan las palabras, el
recurso a la violencia verbal o al exabrupto
es habitual. Las tertulias televisivas son
eso, muchas veces la irracionalidad mal argumentada.
Publica excelentes artículos sobre jugadores
o entrenadores de fútbol. ¿Se puede hablar
de una escuela de periodistas y escritores
que hablan de fútbol y de deportes en general,
“sin dar patadas al diccionario”?
El periodismo deportivo ha sido desde principios
de siglo pasado una categoría en sí misma.
En Estados Unidos algunos de los más
grandes escritores se forjaron escribiendo
sobre béisbol, boxeo, pesca. Quizá en España,
el deporte siempre estuvo asociado con
lo antiintelectual y fue un error. En ese sentido,
me parece de justicia reconocer a gente
como Manuel Vázquez Montalbán o Gonzalo
Suárez, que se atrevieron a quitarle el polvo
a la cultura popular, y el deporte lo es, y convertirlo
en material literario.
En “Balseros” (2003) figura como guionista.
¿Cree que se podría hacer un documento
similar con los viajes de emigrantes subsaharianos
a Europa a través del Estrecho de
Gibraltar?
Por supuesto, se trata de esperar, elegir bien
a los personajes, acompañarlos, partir sin
una tesis prefijada. Dejar que la gente sea
más importante que tu ideología o tus teorías
formadas desde casa. Ese documental, del
que también fui coproductor, fue una lección
maravillosa para mí. Sus directores, Carles
Bosch y Pepe Domenech, fueron tenaces,
pacientes, fue un placer colaborar con ellos
en una mirada tan completa al universo de la
migración forzada, verdadero asunto capital
de nuestro tiempo.
“La silla de Fernando” en 2006, “Rafael Azcona.
Oficio de guionista” en 2007 y ahora “Qué fue de
Jorge Sanz” en 2010. Esta afición a utilizar como
materia prima la vida de los otros, ¿son documentales
o trata de crear un género en sí?
Son cosas muy diferentes. La película de Fernando
fue un reto. Luis Alegre y yo queríamos lograr
que aquellos que no conocían a Fernán Gómez
pudieran experimentar el placer de sostener una
charla con él, en el fondo es casi una experiencia
interactiva. Conozco gente que vuelve a ver el
DVD cuando se encuentra bajo de moral, con ganas
de charlar con alguien. Es algo que me siento
orgulloso de haber hecho y no haber dejado
que quedara como otro de esos proyectos que te
planteas, pero que nunca te decides a hacer. Lo
de Azcona fue un pequeño programita sobre su trabajo de guionista, me gustaría rescatar la hora
y media de conversación completa, porque a Rafael,
en el fondo, hablar de su trabajo era lo que
menos le importaba del mundo, pero el encargo
de Canal Plus era ese y Rafael dijo que si yo hacía
las preguntas estaría de acuerdo en aceptarlo.
Lo de Jorge Sanz es una serie de ficción, divertida
y atrevida, con un humor desacostumbrado en
España, que espero que se reciba bien, porque
pretende desatascar nuestra incapacidad para
reírnos de nosotros mismos.
Construir la historia para una película, escribir
una novela o dirigir un largometraje implican
riesgos. Son inevitables, desde luego,
pero ¿cómo los afronta? ¿Qué actitud adopta
frente al riesgo, en general?
Fiarme de mi instinto, no aceptar las recetas
asumidas y tratar de no prestar demasiada
atención a las modas o a tus trabajos pasados.
Creo que las guías, en mi oficio pueden acabar
condicionándote. La autenticidad y el riesgo de
comenzar siempre de cero es algo que perseguir
con constancia. No mirar atrás. Lo que
has hecho no tiene ya importancia en la película
o en la novela siguiente. Y mantener el éxito
y los elogios fuera de tu casa, no olvidar nunca
que esto es un oficio manual, una artesanía.
La autenticidad y el riesgo de comenzar siempre de cero es algo que perseguir con constancia
La complejidad de un rodaje implica también
una amplia variedad de riesgos: personas,
equipos, traslados, lugares. ¿Qué
consideración les da a la hora de planificar
el rodaje?
Tiene mucho que ver con la arquitectura. Predecir
necesidades y tratar de afrontar los contratiempos
sin variar la apuesta original. Es complicado
porque se necesita una fortaleza muy
individualista y al mismo tiempo una capacidad
de trabajo en equipo importante, de ahí surgen
muchas veces los roces y los problemas. Elegir
bien a la gente que te rodea termina por ser
más fundamental que el propio carácter. Cada
película requiere un equipo diferente.
Las personas del equipo de rodaje cinematográfico
que se encargan de gestionar los riesgos
propios de la actividad en el día a día, así
como de decidir si se compra protección aseguradora,
¿le mantienen informado?
Bueno, como director pasas un examen médico,
también los actores. Todos aquellos cuya
baja significaría tener que parar el rodaje. Recuerdo
que cuando trabajaba con Luis Cuenca,
era ya tan mayor y estaba en un estado
de salud tan precario que los seguros no firmaban
su cláusula, pero ahí has de tomar la
decisión final y para mí el placer de retratarlo,
de que estuviera en mis películas hasta el día
en que murió era mucho mayor que asumir
cualquier riesgo. El espectador agradece que
filmes a personas particulares, especiales.
Guionista, novelista, articulista, actor y director
de cine. ¿Para cuándo la producción? ¿Ha
pensado en algún momento llevar al cine alguna
de sus novelas?
No, mis novelas están bien como están. Las
escribí para que fueran novelas, no películas.
Pero en el cine es imprescindible hacerte
productor, es la única manera de generar tus
propios proyectos, de no convertirte en un tipo
a sueldo de otros, trabajando en proyectos
ajenos. Al final acabas entendiendo de finanzas
a la fuerza. El tiempo de los grandes estudios
de Hollywood terminó. Desde los años
sesenta los autores más importantes han tenido
que ser directores-productores.
Mis novelas están bien como están, las escribí para que fueran novelas
Para conocer su próximo trabajo, ¿habrá que
ir al cine o a una librería?
No lo sé. A veces comienzas por un sitio, pero
hay otro proyecto que se impone en tu cabeza y
se posiciona en primer lugar. Lo que sé es que
haré cosas, me gusta hacerlo, en mi trabajo no
hay que soñar, hay que hacer, estar manos a
la obra, todo lo demás es cuento. Este es un
oficio como los demás, consiste en esfuerzo,
tenacidad y echarle horas. El verano pasado
por ejemplo, rodé una película que se llama
“Madrid, 1987”. No encontré ni financiación ni
pasión por parte de los canales de televisión,
pero sí en los actores y mis técnicos, así que en
condiciones muy duras, pero con una entrega
absoluta rodamos, todo lo barato que pudimos,
pero con la mayor de las entregas. Qué pasará
con esa película, ahora, cuando la termine
de montar. No lo sé, no tengo ni distribución ni
ayudas, pero ya está hecha, misión cumplida.
Esa es la felicidad enorme de hacer, frente a
dejarte vencer por la desesperación o el rencor
ante la parálisis. Espero seguir teniendo esa
fortaleza de espíritu mientras me acompañe la
fortaleza física.